El 24 de Marzo de 1989 el barco Exxon Valdez, de la compañía Exxon Mobil, al zarpar de la terminal Alyeska en Alaska se golpeó con un arrecife y derramó aproximadamente 41 millones de litros de crudo en el mar, causando una de las mayores catástrofes ecológicas en el mundo. Alaska, es una de las reservas ecológicas más importantes la cual ofrece cobijo a centenas de especies protegidas o en extinción. Debido a la falta de un plan de contingencia preparado, las compañías responsables y la guardia costera tardaron 15 horas en responder. El crudo se extendió y la marea negra llegó a cubrir 26.000 km2 de mar, afectando directamente 2.500 km del litoral. El daño provocado fue desolador, miles de animales murieron en el acto. Alrededor de 350.000 aves, 3.000 nutrias marinas, 300 focas, 250 águilas calvas, 22 orcas y billones de huevos de salmón y arenque. Los daños se extendieron también a la industria pesquera y al turismo en la zona.
A día de hoy, el derrame de Exxon Valdez de hace 23 años, continúa afectando a los ecosistemas de la zona. Los últimos estudios científicos demuestran que la mayoría de las poblaciones de las especies afectadas durante el vertido no han vuelto a recuperarse después del accidente y sus poblaciones siguen por debajo de los niveles previos a la catástrofe, sin previsión de una recuperación completa. Aún, permanecen restos de petróleo en el área, tanto en el subsuelo como en la cadena trófica, lo cual indica una exposición crónica que da cómo resultado la disminución de la tasa de supervivencia y reproducción de muchas especies.
Actualmente el caso continúa siendo una batalla legal en los tribunales, entre la empresa petrolera más grande del mundo y 32.000 pescadores, propietarios e instituciones locales afectadas. Exxon Mobil aún no asume toda la responsabilidad del accidente y se niega a pagar la compensación completa a quienes sufrieron daños económicos debido al desastre.