
La deforestación es un problema acuciante extendido por muchos países. Se ha perdido gran parte del bosque primario, por ejemplo a lo largo de toda la costa mediterránea, Chile o Australia, donde ha quedado relegado a escasos reductos. Casi todo lo que queda es bosque secundario.
Está principalmente asociada a la cercanía de núcleos urbanos, carreteras y ríos y tiene numerosos impactos entre los que se encuentran la pérdida de biodiversidad, ya que al reducir su hábitat, las poblaciones de muchas especies se reducen; la degradación del hábitat, por la fragmentación del bosque; alteraciones del clima global, al reducirse la capacidad para absorber el CO2; la alteración del ciclo del agua y la pérdida de recursos para las poblaciones locales.
La Amazonia en peligro
Como un ejemplo muy claro de deforestación, encontramos la selva amazónica, en la que si se aplican los planes previstos, su deforestación llegará a un punto de no retorno. No sólo afectará a la propia selva, sino también a otras zonas, al alterar el ciclo del agua y las lluvias de la zona.
Ya se observan consecuencias, como el aumento de la estación seca y la reducción, en consecuencia, de la estación húmeda con menos lluvias.
¿Cómo afecta a las precipitaciones? Al reducir la masa forestal, se reduce la transpiración y en consecuencia se altera el ciclo del agua. Al verse reducida la masa forestal, el suelo está más descubierto y por lo tanto aumenta la evapotranspiración.
¿Y al clima? Al ser un almacén de carbono, si su deforestación superara un cierto límite, liberaría enormes cantidades de gases de efecto invernadero. Esto sucedería debido a que al perder el bosque, el suelo está al descubierto y todo ese carbono retenido por los árboles se libera.
En Latinoamérica y también en la Amazonia, el cultivo de soja aumenta la deforestación y hacia 2020 seguirá aumentando su cultivo provocando una mayor deforestación, según previsiones aumentará en 5 millones de hectáreas. Esto provocará la degradación de los suelos, al cambiar de uso de este y el aumento de las inundaciones, al tratarse de un terreno sin masa forestal.
Galicia se sitúa a la cabeza de la deforestación con más de 270.000 hectáreas perdidas entre 2001 y 2016, junto con Castilla y León y Andalucía. Se observa una contraposición, los sitios donde se produjeron los mayores incendios en los últimos 15 años, son los que han perdido más bosque y los que más masa forestal ganaron, fueron las zonas de la cornisa cantábrica que lideran la recuperación forestal.
Si observamos cifras, 2017 fue uno de los peores años en pérdida de masa forestal en el mundo desde 2001, con unas 15,8 millones de hectáreas perdidas. 2016 fue el peor con 29,7 millones de hectáreas desaparecidas. Según estos datos, si se recuperan parte de estos bosques y se frena la deforestación se podrían reducir 7.000 millones de toneladas métricas de carbono cada año.
La deforestación es un gran problema, que sin solución aumentará las emisiones de gases de efecto invernadero y ocasionará una gran degradación del suelo, es algo que necesita solución y de manera urgente. No solo ocasionará estas pérdidas, sino también la de gran número de especies y biodiversidad.